A
4 días de haber llegado a la ciudad de México, Cortés quiso ir a una de las
plazas principales de la ciudad y ver el gran adoratorio de su “uichilobos”. Para
poder realizar esta visita determinó avisarle a Montezuma a través de Jerónimo
de Aguilar y de doña Marina.
Montezuma
aceptó su petición pero se adelantó y con sus sacerdotes comenzó a sahumar y
hacer otras ceremonias a uichilobos; mientras tanto Cortés y sus hombres tomaron
sus caballos y armas para ir a Tlatelulco[3], lugar en donde se
encontraba el adoratorio.
Zona Arqueológica de Tlatelolco
Ubicación de construcciones en
Tlatelolco: 1) Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl, 2) Altares
circulares sobrepuestoas, 3) Altar Tzompantli del patio sur, 4)
Templo calendárico, 5) El Palacio, 6) Templo de las Pinturas, 7)
Templo Mayor - Etapa II, 8) Etapas constructivas del Templo Mayor, 9)
Los amantes de Tlatelolco, 10) Plataforma Oeste, 11) El Gran
Basamento, 12) Calzada Tepeyac, 13) Límite norte del Recinto, 14)
altar Tzomplantli del norte, 15) Iglesia y Convento de Santiago, 16)
Plaza de las Tres Culturas, 17) Zona Chica, 18) Hacia el Tecpan y 19) Caja de agua, Pintura Mural
de 1536.
“Desde
que llegamos a la gran plaza, como no habíamos visto tal cosa quedamos
admirados de la multitud de gente y mercaderías…”. Bernal cuenta que había todo
tipo de comercio pues vieron vendedores de: (por mencionar algunos)
·
Oro,
plata, piedras…
·
Esclavos
y esclavas
·
Ropa
·
Cacao
·
Loza
·
Golosinas
·
Madera
·
Papel
·
Sal
Y
lo de lo más sorprendente es que todos tenían su lugar pues estaban bien
distribuidos y ubicados.[4]
Cuando
llegaron los españoles al “gran cu”, Montezuma mando a sus sacerdotes a ayudar
a Cortés en la subida al templo a lo cual éste se negó y subió solo. Cuando estaba
finalmente en la cima, llegaron al lugar donde se realizaban los sacrificios y
en donde “había un gran bulto de cómo dragón y otras malas figuras y mucha
sangre derramada de aquel día.”
Bernal
cuenta que al estar en la cima, Montezuma recibió a Cortés y a sus hombres en
su gran templo (al que Díaz del Castillo se refiere como su templo maldito).
Montezuma le dijo a Cortés que desde ese lugar podía ver y maravillarse de su
gran ciudad, y así lo hicieron porque Bernal cuenta que en verdad era uno de
los lugares más altos de la ciudad pues se podían ver las tres calzadas que
entran en México (Iztapalapa- por la que los españoles entraron, Tacuba-por la
que huyeron en la noche triste y la de Tepeaquilla). También pudieron observar
el agua que al bajar de Chapultepec por medio de sus conductos llegaba a la
ciudad y uno de los espectáculos que llamó más la atención de los españoles fue
ver la forma en que los habitantes se movilizaba en canoas tanto para entrar o
salir de la ciudad. Muchos adoratorios y cúes también observaron.
Había
soldados españoles presentes en el templo con Cortés, que habían estado en
lugares como Constantinopla o Roma y dijeron que “plaza tan bien compasada y
con tanto concierto y tamaño y llena de tanta gente no la habían visto.”
[1]
Voz usada por los
cronistas para designar el templo o adoratorio de los indígenas prehispánicos en
Mesoamérica.
[2] Huitzilopochtli
[3] Tlatelolco fue el
centro comercial más importante del México prehispánico y lo que se sabe es que
después de fundada Tenochtitlan (en 1325), Huitzilopochtli ordenó a los mexicas
que se repartieran sobre los cuatro ámbitos del mundo, por lo que Tenochtitlan
de acuerdo con la primera lámina del Códice Mendocino quedó dividida en 4
grandes sectores, cuyos nombres eran Cuepopan, Moyotlan, Zoquiapan y
Atzacualco.
[4] El 13 de agosto de 1521 fue finalmente
capturado por Diego de Holguín. La caída de Tlatelolco marcó el fin del más
importante Imperio mesoamericano. La colaboración de los pueblos hasta entonces
sometidos a la hegemonía azteca facilitó la expansión de la empresa conquistadora.
Fuente: Miniguía editada por el
INAH
Un
sector del grupo de los pochtecas, individuos especializados en el comercio, vendía
e intercambiaba sus materiales y productos en el gran mercado de Tlatelolco. En
aquel tiempo el intercambio se hacía por trueque directo, ya fuera ofreciendo
un producto por otro, o bien, cuando se trataba de objetos de gran valor,
cambiándolos por cacao, por oro en polvo —en canutos—, o por hachuelas de cobre
y ciertos textiles que funcionaban como una especie de moneda.
Para
mantener el control en el interior del mercado, los gobernantes del tianguis
cuidaban que todos los puestos estuvieran perfectamente ordenados conforme a los
productos que se intercambiaban. Por un lado estaban los vendedores de
animales, quienes ofrecían xoloizcuintles, o perros de los antiguos mexicanos,
conejos, mapaches, armadillos, tejones y tortugas; mientras que otros vendían
pájaros con plumajes de gran colorido; allí también podían obtenerse aves de
rapiña, serpientes y carne de venado, siempre presente en los banquetes de la
nobleza. En otra sección del mercado estaban los puestos de comida preparada,
donde las diligentes cocineras palmeaban las nutritivas tortillas que
acompañaban los guisos de frijoles y chile; ellas ofrecían además tamales y
atole, así como ricos tlacoyos rellenos de haba y frijol. Estas rudimentarias
fondas satisfacían las necesidades tanto de los vendedores como de la clientela
en su cotidiana visita al mercado.
Fuente: Pasajes de la Historia No. 1
Fuente: Pasajes de la Historia No. 1
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