Después de las pláticas que tuvo Cortés con sus soldados, mandó llamar al cacique gordo para recordarle que tenía que tener limpia la cruz y la imagen de la virgen que le habían dado pues el iría a ver a Montezuma para decirle que no robe ni sacrifique.
Cuando estaban a punto de partir, Cortés recibió una carta de la Villa Rica donde le informaban que había un navío rondando la costa y que no querían bajar a tierra a pesar de las señas que se le habían hecho. Al saber esto Cortés decidió ir él mismo a investigar quienes estaban en ese navío, pues temía que fueran enviados de Diego Velázquez.
Cuenta Bernal que después se enteran de que ese barco era enviado por Francisco de Garay que era gobernador de Jamaica, pues resulta que se le había dicho a Garay que las tierras que descubriera las nombrara como parte de su gubernatura. Se cuenta en el libro que ya había un capitán instalado por el rio Pánuco.
Cuando Cortés llega a la Villa Rica apresan a los dos soldados que se habían bajado del navío a investigar.
Cuando por estos soldados que apresaron se enteraron de quién los mandaba, ya no se preocupó tanto Cortés pues él no quería que Diego Velázquez mandara navíos por él ó por sus amigos; de esta manera decidieron seguir con lo planeado que era ir a México. Bernal cuenta que el cacique gordo les recomendó el camino de la provincia de Tlaxcala pues los pueblos en ese camino eran amigos de los de Cempoal, así que Cortés decidió hacerle caso.
En el camino a México pasaron por poblados amigos de los principales de Cempoal y además no eran tributarios de Montezuma, por lo tanto que aceptaran las platicas de Cortés y lo que les decía sobre ser vasallos de Carlos V y tener una fe no fue difícil.
Lo que preocupaba a Cortés y a sus soldados era el clima pues empezaban a adentrarse en tierras frías cuando ellos estaban acostumbrados al calor pues llegaron de Cuba y lo que conocían de estas tierras también era caluroso; Bernal cuenta que no tenían ropa para taparse y que eso los desconcertaba mucho.
Posteriormente llegaron a un poblado llamado Iztacmaxtitlan donde fueron recibidos por su cacique Olintetl quien los recibió de mala gana pues era vasallo de Montezuma y temía que su señor se enojara y hubiera represalias.
Cuando hablaron los soldados con Olintetl sobre Montezuma este les dio una breve descripción de la gran Tenochtitlán y se quedaron mucho mas maravillados de lo que estaban pues ahora que se acercaban cada vez más a este lugar sonaba aun más increíble.
Cortés seguía diciéndoles lo mismo sobre dejar de hacer sacrificios, comer carne de estos sacrificios y que iría a decirle a Montezuma que dejara de robarle y matar a sus vasallos pues el gran emperador Carlos V así lo mandaba.
Como los pobladores de estos lugares aun no habían sido testigos de las batallas anteriores no habían visto a los perros ni a los caballos, por lo tanto Cortés y sus hombres se aprovechaban de esto pues les habían creer que eran teules y que si los hacían enojar acabarían con ellos de una manera rápida. Y fue por esto que le dieron regalos a Cortés, para no hacerlos enojar.
Bernal cuenta de que el lugar estaba lleno de adoratorios y de huesos humanos que habían sido sacrificados, por esto y por su actitud al recibirlos no confiaron mucho en este cacique y decidieron no dejar una cruz pues ya habían hecho mucho al hablarles de dios y de la fe católica.
Para poder seguir s camino, Cortés preguntó al cacique principal de ese poblado el mejor camino por el cual podían llegar a Tenochtitlán a lo que le contestó que por Cholula. Los principales que lo acompañaban de Cempoal le dijeron que no se fuera por ese camino pues eran vasallos de Montezuma y traicioneros, que mejor se fueran por Tlaxcala, que fue la decisión que tomó Cortés y siguieron su camino.
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