Bernal cuenta que después de su primer gran batalla con los tlaxcaltecas, los jinetes que Cortés había mandado a revisar el terreno regresaron con prisioneros que se encontraron en el camino; A través de doña Marina y de Jerónimo de Aguilar les dijeron que fueran a hablar a sus señores principales para decirles que no querían dañarlos, al contrario pues su intención era llegar a Tenochtitlán para hablar con Montezuma. Así se hizo y los mensajeros regresaron poco tiempo después para decirle que Xicotenga decía que harían las paces con sus corazones y sangre sacrificados a sus dioses y que tenía un ejército aún más grande que con el cual lo habían atacado días anteriores.
El ejército del que hablaba Xicotenga era integrado por grandes señores principales como son Maxixcatzin, Chichimecatecuhtli, Tecpanecatl[1]; sumando los guerreros de cada principal reunían un ejército de 50 000 hombres.
El 5 de Septiembre de 1519 se enfrentaron españoles y tlaxcaltecas; Bernal cuenta que cuando se alistaron y comenzaron a caminar hacia el lugar donde se encontraban los tlaxcaltecas pudieron ver a lo lejos a miles de hombres vestidos con sus penachos y dando muchos gritos.
Por la experiencia de la batalla pasada sabían que no se tenían que separar pues eran menos y estaban algunos todavía heridos por lo tanto los jinetes tuvieron un papel muy importante en esta batalla pues avisaban cuando se acercaban los tlaxcaltecas y el lugar por el cual lo hacían.
En esta batalla según se enteraron después Cortés y sus hombres, los señores principales tenían sus diferencias por eso los guerreros tlaxcaltecas no se pusieron de acuerdo para atacar y la forma de hacerlo, por lo tanto esto benefició a que fueran muertos y heridos muchos; ya no peleaban con ánimo cuenta Bernal y se retiraban. Cortés y sus soldados se alegraron mucho cuando vieron el daño que les estaban causando y por lo tanto se retiraban.
Después de esta batalla, los tlaxcaltecas estaban muy abatidos por la muerte de sus hijos y sus guerreros, así que decidieron reunir a sus papas (hechiceros) para que les dijeran si era verdad lo que decían los indios de Cempoal (que los españoles eran como demonios y comían corazones y sangre); después de platicar los papas dijeron a los principales tlaxcaltecas que no era cierto, que Cortés y sus soldados eran hombres de carne y hueso, que comían carne, gallina y pan, solo que se equivocaron al decir que las fuerzas las tenían de día, por lo tanto si eran atacados de noche no podrían defenderse.
Cuando Xicotenga se enteró de esto se alegró y se apresuró a reunir a su ejército para poder atacar lo antes posible de noche y así lo hizo.
Por otro lado Bernal cuenta que por el frio que ellos pasaban tenían que dormir vestidos y con su armadura pues no estaban preparados para ese clima, al contrario ya habían enfermado muchos, incluso el mismo Cortés. El hecho de haber estado vestidos durante la noche les ayudó a poder defenderse del ataque nocturno de Xicotenga pues por muy silenciosos que quisieron ser no lo lograron y ya los esperaban para defenderse.
A pesar de que esta fue otra victoria para los españoles, se preguntaban si iban a poder seguir así pues tenían muchos heridos y enfermos, incluso los caballos ya no estaban bien para más batallas por lo tanto su opción era seguir insistiendo en mensajeros para lograr la paz entre ellos y los tlaxcaltecas. Incluso ya dudaban de si podrían llegar a ver a Montezuma.
Xicotenga al ser derrotado también de noche se molestó tanto que cuenta Bernal que sacrificó a dos de los papas que le habían dicho que el sol le daba poderes a Cortés y a sus soldados.
Bernal habla sobre el gran papel que hizo doña Marina en esta parte del viaje; comenta que tenía un esfuerzo muy varonil y nunca vieron flaqueza en ella.
[1] Cuando Hernán Cortés solicitó a los tlaxcaltecas permiso para pasar por su territorio rumbo a Tenochtitlan, mediante la embajada de cuatro principales zempoaltecas, la mayor oposición a dejarlos pasar provino de Xicohténcatl Axayacatzin y Xicohténcatl el viejo, argumentando en el Senado que el vaticinio de la llegada de los hombres blancos y barbados podía ser un engaño y que esos caminantes del oriente, tal vez no fueran los que esperaban como lo predecía la famosa profecía del regreso de Quetzalcóatl y la profecía del Dios Camaxtli. Este discurso, contrario a la opinión de Maxixcatzin, señor de Ocotelulco, decidió los enfrentamientos con los españoles, los cuales le serían adversos a la República.