La Matanza de Cholula
El nombre que dio Bernal Díaz del Castillo al capítulo donde cuenta lo sucedido en Cholula es “Cómo tenían concertado en esta ciudad de Cholula de matarnos, por mandato de Montezuma y lo que sobre ello pasó”.
Este episodio de la historia de la conquista es uno de los más importantes. Primero escribiré lo contado por Bernal y posteriormente lo que otras fuentes dijeron.
En la entrada anterior mencioné como entraron a Cholula los españoles y fueron bien recibidos por los señores principales con la condición de que los tlaxcaltecas se quedaran fuera de su ciudad pues eran grandes enemigos.
En este capítulo Bernal cuenta cómo los primeros dos días que estuvieron en Cholula fueron bien tratados y alimentados pero al tercero ya no los iban a ver los señores principales y cuando les pedían comida solo les llevaron agua y leña; cuando vio este tipo de reacción de los habitantes de Cholula, Cortés se preocupó y tenía preparados (como solía hacerlo cuando entraban a nuevos pueblos) a todos sus soldados pues no querían ser sorprendidos. Incluso los embajadores que Montezuma había mandado y acompañaban a Cortés le dijeron que su señor les mandaba que no fueran a su ciudad porque tampoco tendría con que alimentarlos.
Cortés mandó llamar a dos sacerdotes y les dijo que deseaba hablar de nuevo con los señores principales pues no entendía por qué les tenían miedo si ellos solo estarían un día más y se irían a la ciudad de México a ver a Montezuma; los sacerdotes fueron por los señores principales y lo que se respondió a Cortés fue que el gran señor Montezuma había mandado que ya no se los alimentara más pues no deseaba que fueran a verlo. Cuando Cortés estaba en estas platicas llegaron tres indios de sus amigos de Cempoal y le informaron que en el camino encontraron grandes agujeros cubiertos con hojas, muchos soldados de Cholula con armas y más trampas para que ellos no pudieran salir, sobre todo los caballos no pudieran correr, le comentaron a Cortés que ya habían sacrificado a siete personas al dios de la guerra el cual les prometió la victoria; escuchando esto Cortés les ordenó que regresaran con los tlaxcaltecas que se quedaron fuera de la ciudad y los prepararan para cuando los mandara llamar.
A través de doña Marina, Cortés mandó traer a los dos sacerdotes con los que había platicado anteriormente para preguntarles sobre lo que les acababan de informar. Cuando llegaron al aposento de Cortés le dijeron que ellos no le tenían miedo sino lo que se estaba planeando en contra de ellos era por mandato de Montezuma pues sus dioses le habían dicho que tenían que matar a Cortés y a sus hombres en Cholula, y sabiendo que al otro día partirían habían mandado dos mil guerreros mexicanos para unirse a las fuerzas de Cholula para matarlos y llevarse otros presos para sus sacrificios a huitzilopochtli.
Cortés les agradeció a los dos sacerdotes por la información y les mandó que no lo dijeran; después se reunió con sus soldados para platicar sobre lo que debían hacer, unos opinaban que era mejor regresar a Tlaxcala, otros que fueran a México por un camino diferente pero la mayoría querían enfrentarse en esta batalla pues si huían daban pie a que pensaran que eran débiles y no podían combatir.
Una india ya grande de edad se acercó a doña Marina para decirle que se fuera con ella, que pronto serían atacados los españoles y que si huía la casaría con su hijo que era señor principal. Doña Marina le agradeció y le hizo pensar que se iría con ella pero le pidió que esperaran juntas pues deseaba sacar sus pertenencias; mientras esperaban se puso a platicar con esta mujer para sacar la información necesaria sobre la traición y cuando por fin se enteró de que atacarían cuando Cortés y sus soldados fueran de salida de la Cholula se apresuró a contarles todo esto a los españoles. Cortés después de preguntarle a la mujer sobre los planes para atacarlos la mandó apresar.
Doña Marina y Cortés
Al día siguiente cuando estaban listos para partir de Cholula (o eso creían los señores principales), Cortés les dijo a los caciques que se había enterado de su traición, que no sabía el por qué lo hacían pues ellos solo habían llegado a hablarles del emperador y de dios y no con la intención de querer hacerles daño y que lo que recibieron a cambio fueron burlas pues no los alimentaban y tenían todo preparado para matarlos; les dijo también que sabía que su intención era quedarse con algunos de ellos para sacrificio.
Los señores principales le dijeron a Cortés que era verdad que tenían planeado matarlos pero que ellos no tenían nada que hacer pues se los había mandado Montezuma; Cortés les dijo que por leyes reales no perdonan la traición y por eso los castigarían, diciendo esto mandó soltar una escopeta la cual era la señal que sus soldados esperaban para atacar.
Después de que los españoles comenzaron a atacar, llegaron los tlaxcaltecas y como eran grandes enemigos lo hicieron con todo su fuerza pues no solo mataron sino que sacaron de la Cholula todo lo que pudieron hasta que cuenta Bernal que Cortés lo mandó detener.
Llegaron señores principales de Cholula a ver a Cortés pidiéndole que los perdonara y que terminara con los ataques a lo que este respondió que los perdonaba y esperaba que no volvieran a traicionarlos; mandó poblar de nuevo la ciudad y les pidió que los tlaxcaltecas y los habitantes de Cholula se hicieran amigos. Cuando vio la ciudad poblada de nuevo platicó con ellos sobre dios, la virgen y el emperador don Carlos, les dijo que no robaran, no sacrificaran, no comieran carne humana y adoraran a la cruz que les regalaron.
Cuando Montezuma se enteró cuenta Bernal que se enojó mucho, sacrificó de nuevo a Huitzilopochtli para saber qué es lo que tenía que hacer ahora que llegarían a la ciudad y lo que los dioses le respondieron es que recibiera a los españoles pacíficamente y ya dentro de la ciudad si les quitaban agua o les cerraban las entradas los matarían.
Al final de este capítulo de Bernal dice lo siguiente “Pasemos ya adelante y digamos que éstas fueron las grandes crueldades que escribe y nunca acabas de decir el obispo de Chiapa, fray Bartolomé de las Casas, porque afirma que sin causa ninguna, sino por nuestro pasatiempo, y porque se nos antojó, se hizo aquel castigo… siendo todo al revés que no pasó como lo escribe…”
La Matanza de Cholula, fue un ataque realizado por las fuerzas militares del conquistador español Hernán Cortés en su trayectoria a la ciudad de México-Tenochtitlan en el año de 1519. De acuerdo a los cronistas y al propio Hernán Cortés, se trató de una acción preventiva por la sospecha de una posible emboscada dentro de la ciudad de Cholula donde habían sido recibidos. El resultado fue la muerte de 5 000 o 6 000 cholultecas, en su mayoría civiles desarmados en un período no mayor a seis horas. Los cholultecas habían sido fieles tributarios de los mexicas, después de la acción militar, fueron sometidos y se volvieron aliados de los conquistadores españoles.
Años más tarde esta acción militar fue severamente criticada como innecesaria e injustificada por parte de fray Bartolomé de las Casas y fray Toribio de Benavente. En 1568, Bernal Díaz del Castillo terminó de escribir la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, en respuesta a los religiosos contemporáneos, su narrativa tiende a justificar la acción y solo describe los hechos violentos de los tlaxcaltecas, sin mencionar las acciones de los españoles, ni contabilizar las bajas de los cholultecas, sin embargo otras crónicas de Indias describen los hechos de la siguiente manera:
Y así por esto como por las señales que para ello veía, acordé de prevenir antes de ser prevenido, e hice llamar a algunos de los señores de la ciudad diciendo que les quería hablar, y metilos en una sala, y en tanto hice que la gente de los nuestros estuviese apercibida, y que en soltando una escopeta diesen en mucha cantidad de indios que había junto al aposento y muchos dentro en él. Así se hizo, que después que tuve los señores dentro en aquella sala, déjelos atando, y cabalgué, e hice soltar la escopeta y démosles tal mano, que en pocas horas murieron más de tres mil hombres. Y porque nuestra majestad vea cuan apercibidos estaban, antes que yo saliese de nuestro aposento tenían todas las calles tomadas y toda la gente a punto, aunque como los tomamos de sobresalto fueron buenos en desbaratar, mayormente que les faltaban los caudillos porque los tenía presos e hice poner fuego a algunas torres y casas fuertes donde se defendían y nos ofendían, y así anduve por la ciudad peleando, dejando buen recaudo el aposento, que era muy fuerte, bien cinco horas, hastíe que eché toda la gente fuera de la ciudad por muchas partes de ella, porque me ayudaban bien cinco mil indios de Tascaltecatl y otros cuatrocientos de Cempoal. Vuelto al aposento, hablé con aquellos señores que tenía presos y les pregunté qué era la causa que me querían matar a traición, y ellos me respondieron que no tenían culpa porque los de Culúa que son los vasallos de Mutezuma, los habían puesto en ello, y que el dicho Mutezuma tenía allí en tal parte, que, según después pareció, seria legua y media, cincuenta mil hombres en guarnición para lo caer, pero que ya conocían cómo habían sido engañados, que soltase uno o dos de ellos y que harían recoger la gente de la ciudad y tornar a ella todas las mujeres y niños y ropa que tenían fuera, y que me rogaban que aquel yerro les perdonase, que ellos me certificaban que de allí adelante nadie les engañaría y serían muy ciertos y leales vasallos de vuestra alteza y mis amigos. Después de les haber hablado muchas cosas acerca de su yerro, solté dos de ellos, y otro día siguiente estaba toda la ciudad poblada llena de mujeres y niños muy seguros, como si cosa alguna de lo pasado no hubiera acaecido
1520, Hernán Cortés
Mandó matar a algunos de aquellos capitanes, y los demás los dejó atados. Hizo disparar la escopeta, que era la señal, y arremetieron con gran ímpetu y enojo todos los españoles y sus amigos a los del pueblo. Hicieron conforme al apuro en que estaban, y en dos horas mataron más de seis mil. Mandó Cortés que no matasen niños ni mujeres. Pelearon cinco horas, porque, como los del pueblo estaban armados y las calles con barreras, tuvieron defensa. Quemaron todas las casas y torres que hacían resistencia. Echaron fuera toda la vecindad; quedaron teñidos en sangre. No pisaban más que cuerpos muertos. Se subieron a la torre mayor, que tiene ciento veinte gradas, hasta veinte caballeros, con muchos sacerdotes del mismo templo; los cuales con flechas y cantos hicieron mucho daño. Fueron requeridos, pero no se rindieron, y así, se quemaron con el fuego que les prendieron, quejándose de sus dioses cuán mal lo hacían en no ayudarlos ni defendiendo su ciudad y santuario. Se saqueó la ciudad. Los nuestros tomaron el despojo de oro, plata y pluma, y los indios amigos mucha ropa y sal, que era lo que más deseaban, y destruyeron cuanto les fue posible, hasta que Cortés mandó que cesasen. Aquellos capitanes que estaban presos, viendo la destrucción y matanza de su ciudad, vecinos y parientes, rogaron con muchas lágrimas a Cortés que soltase a alguno de ellos, para ver qué habían hecho sus dioses de la gente menuda; y que perdonase a los que quedaban vivos, para volverse a sus casas, pues no tenían tanta culpa de su daño como Moctezuma, que los sobornó.
1552, López de Gómara
..Pero los de Tlaxcala ha tiempo están de guerra, ven con enojo, ven con mala alma, están a disgusto, se les arde el alma contra los de Cholula. Ésta fue la razón de que le dieran hablillas (al conquistador) para que acabaran con ellos.
Le dijeron: Es un gran perverso nuestro enemigo el de Cholula. Tan valiente como el mexicano. Es amigo del mexicano. Pues cuando esto oyeron los españoles, luego se fueron a Cholula. Los fueron llevando los de Tlaxcala, y los de Cempoala. Estaban todos en son de guerra. Cuando se hubo llegado, se dieron gritos, se hizo pregón: Han de venir todos los nobles, los señores, los capitanes, los guías y también los hombres del pueblo. Hubo reunión en el atrio del dios.
Pues cuando todos se hubieron reunidos, luego se cerraron las entradas por todos los sitios donde había entrada. En el momento hay acuchillamiento, hay muertes, hay golpes, ¡Nada en su corazón tenían los de Cholula!. No con espadas, no con escudos hicieron frente a los españoles. No más con perfidia fueron muertos, no más como ciegos murieron, no más sin saberlo murieron. No fue más con insidias, se les echaron encima los de Tlaxcala.
1569, Versión náhuatl de Bernardino de Sahagún
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