Mientras Cortés de nuevo intentaba persuadir a los soldados amigos de Diego Velázquez que pelearan bien, siguieran adelante y no pensaran más en Cuba, los señores principales de Tlaxcala de nuevo dijeron a Xicotenga que fuera a hablar con Cortés para lograr paz; lo que hizo Xicotenga fue enviar comida pero retando de cierta forma a Cortés para saber si eran teules u hombres de carne y hueso.
Los mensajeros que llevaron la comida a los españoles eran espías de Xicotenga pues deseaba de nuevo atacarlos por la noche y quería saber la forma en que vivían; Cortés se enteró de esto porque doña Marina lo escuchó y se lo dijo. Lo que hizo fue aprender a 17 de los espías de Xicotenga, les cortó a unos las manos y a otros sus dedos pulgares para mandar el mensaje a Xicotenga diciendo que lo esperaría de día y de noche y si en dos días no llegaba el iría a buscarlo.
Al otro día los soldados que cuidaban los alrededores del lugar donde estaba establecido Cortés, llegó corriendo a él diciendo que había visto a lo lejos venir muchos indios e indias cargando cosas, que no estaba seguro a donde se dirigía pero otro soldado los estaba vigilando. Al poco tiempo llegó el otro soldado diciendo que venía hacia ellos.
Bernal cuenta que estaban tan felices porque sabían que se acercaban aquellos indios para por fin estar en paz, pero Cortés mandó que disimularan su felicidad.
Cuatro señores principales entraron en los aposentos de Cortés para hablar sobre paz y amistad. Le explicaron que eran enviados del señor de Tlaxcala y que iban para pedir disculpas por haberles dado guerra y no creer en los mensajeros que habían enviado pues explicaron que ellos pensaban que eran amigos de Montezuma que son enemigos de los tlaxcaltecas desde mucho tiempo atrás y por lo tanto pensaban que era uno de sus engaños para entrar en sus tierras y robar a sus hijos y mujeres. Esto se los habían dicho los chontales y otomíes que según ellos eran gente del monte sin razón.
Cortés escuchando todo lo que les fue mandado decir, se hizo el enojado y muy molesto les dijo que él no tendría por qué escucharlos pues desde que entraron a esa tierra había mandado mensajeros para que fueran amigos y ellos respondieron atacando de día y de noche y enviando espías. Les dijo que no creería en sus palabras si no iban los señores de Tlaxcala a hablar sobre la buena voluntad que ahora le tenían. Les advirtió que los esperaba de día pues si llegaban de noche los mataría.
Negociación de los tlaxcaltecas.
Bernal cuenta que en todas las tierras cercanas a Tlaxcala se enteraron de la victoria que habían tenido sobre este gran pueblo guerrero. Uno de los que se enteraron de la paz que ahora ofrecían los tlaxcaltecas a los españoles fue Montezuma y por esto mandó mensajeros para ir a ver a Cortés y decirle que lo felicitaba por su gran victoria y que deseaba ser vasallo de su gran emperador pues ahora les tenía más respeto; les mandó regalos de oro, algodón y otros presentes; lo único que les pedía es que no fueran a verlo pues su tierra era estéril y no quería que pasaran hambre estando en México.
Estando Cortés platicando con los mensajeros de Montezuma se acercaron soldados para decirle que había muchos hombres con mantas blancas y de colores que se acercaban. Conforme fueron avanzando supieron que era Xicotenga y otros señores principales e iban a verlo para hacer las paces y se tranquilizaran las cosas entre Cortés, sus hombres y el pueblo de Tlaxcala.
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