Cortés como mencioné antes mandó detener a los 5 caciques de Montezuma; los caciques del lugar se quedaron muy nerviosos pues temían que se escaparan y fueran a avisar a México, por lo cual querían matarlos pero Cortés no los dejó, diciendo que él pondría a hombres que los cuidaran. Una noche mandó a los guardias de los caciques mexicas a que sacaran a dos de ellos peros sin que lo notaran los caciques del lugar y los llevaran a sus aposentos.
Cuando los dos caciques presos fueron llevados con Cortés, este fingió no saber quiénes eran y les preguntó que de donde eran y por qué razón los habían apresado, estos contestaron que los caciques de Cempoal lo habían hecho con su ayuda a lo que respondió Cortés que no era verdad, que sentía mucho que los tuvieran presos, les dio de comer y les dijo que los liberaba para que fueran a contar al gran señor Montezuma que eran grandes amigos y que en verdad los españoles estaban de su lado y ayudarían en lo que ellos quisieran y que a sus otros 3 compañeros que se quedaron presos posteriormente los liberaría.
Al otro día que el cacique gordo y los otros se dieron cuenta de que ya no estaban dos de los presos quisieron matar a los tres que aun estaban prisioneros pero Cortés, sabiendo que esas iban a ser sus intenciones les dijo fingiendo estar enojado que los llevaría a sus barcos para que de ahí no pudieran escapar como los otros dos.
Los caciques de Cempoal estaban muy alegres pues Cortés les había prometido protección y mandaron que los pueblos cercanos lo supieran pues se les dijo que con una alianza podrían derrotar a Montezuma.
Cuando Cortés aseguró la amistad de los totonaques decidió fundar la Villa Rica de la Vera Cruz y con ayuda de los indios y todos sus soldados en poco tiempo construyeron una iglesia, casas y una fortaleza.
Bernal cuenta que después se enteraron de que Montezuma cuando se enteró de que los pueblos totonaques se rebelaron estaba tan enojado que había querido mandar a todos sus guerreros a matarlos y que no dejaran a uno con vida y de igual forma a Cortés y a sus soldados. Cuando llegaron los dos caciques liberados por Cortés y Montezuma se enteró de la forma en que los liberó y las palabras que le mandó decir decidió mandar a dos de sus sobrinos[1] a hablar con él.
Lo que los sobrinos le dijeron a Cortés de parte de Montezuma es que les agradecía que hubiera liberado a sus siervos, le mandó regalos de oro y le dijo como ahora estaba seguro de que ellos eran sobre los que habían hablado sus antepasados y que se sentía muy ofendido por la gran traición de los pueblos totonaques, mas no los mandaba matar porque estaban los españoles en esas tierras.
Cortés agradeció los regalos y le mandó decir a Montezuma a través de los 3 presos que tenía en sus barcos que los pueblos totonaques ya no le pagaban tributo porque solo servían a un solo señor (Carlos V) pero que iría pronto a visitarlo. Después de esto se regresaron a su México.
Cuando se fueron, fueron a hablar con Cortés el cacique gordo y otros caciques para decirle que fuera a un pueblo llamado Cingapacinga[2] porque estaban unos guerreros aliados de los de culúa y que iban hacia Cempoal para destruirlos. Después de pensar un tiempo Cortés decidió mandar a un soldado tuerto, sin una pierna y con marcas en la cara al pueblo para hablar con estos guerreros de culúa y así vieran los indios que eran casi dioses y que un solo hombre podía detener a todos esos mexicanos.
Así se fueron soldados de los caciques de Cempoal con este viejo soldado disparando con su escopeta para que los guerreros los escucharan. Cortés mandó por ellos para que regresaran y juntar a todos los soldados e indios para enfrentar a estos guerreros juntos.
Los amigos de Diego Velázquez no quisieron ir con ellos, le dijeron a Cortés que se regresarían a Cuba, que estaban cansados de estar en esas tierras llenas de indios, querían regresar a los que habían dejado en Cuba y que les había prometido que los dejaría ir.
Cuando estuvieron cerca de Cingapacinga salieron los señor principales de la ciudad y le preguntaron a Cortés que por qué los quería matar si no habían hecho nada, que los guerreros mexicanos se habían ido días atrás a sus tierras y que los indios de Cempoal lo habían engañado pues siempre habían tenido rivalidad. Cuando Cortés entendió esto mandó detener a los indios principales que los acompañaban de Cempoal diciéndoles que tenían que regresar todo aquello que les habían robado a los de Cingapacinga.
Cuando los caciques de Cingapacinga vieron la buena voluntad de Cortés y que hizo que les regresaran las cosas robadas, escucharon lo que les dijo sobre Carlos V y la fe católica.
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